miércoles, 8 de marzo de 2017

Guinea Ecuatorial microcosmos de África (y VI)

TRIBUNA

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Juan José Laborda
Consejero de Estado-Historiador.

España recibió de Portugal en los tratados de San Ildefonso y de El Pardo (1777-78) una posesión africana que después sería denominada Guinea Española. Constaba de dos partes, una insular, con Fernando Poo y otras islas pequeñas, y la continental, llamada Río Muni.
Durante la primera mitad del siglo diecinueve, Gran Bretaña, que había declarado ilegal la trata y la estaba persiguiendo en los mares, llegó a un acuerdo con España por el que podía utilizar la isla de Fernando Poo para esa misión militar, y también para comerciar. Entonces se construye la primera ciudad de la isla, Port Clarence, después Santa Isabel, y actualmente Malabo, la capital de la Guinea Ecuatorial independiente.
Esa presencia británica -el gobernador del Reino Unido era nombrado por la reina Isabel II de España- explica los apellidos ingleses y la religión baptista (los baptistas lograron en el Parlamento que se prohibiese la trata) de una parte de los libertos o 
fernandinos,una minoría negra con plenos derechos y que constituyó una burguesía europeizada, con propiedades y negocios, lo que fue motivo de persecución por parte de Francisco Macías con la independencia. En el cementerio de Malabo yo he visto las tumbas de esos fernandinos, vestigios de otro tiempo, que aún conservan el encanto de un estilo inconfundiblemente inglés.
España no participó en la trata de esclavos negros en Guinea Ecuatorial. Sin embargo, los colonos, con negocios en el cacao, y especialmente los llamados “madereros” (que se beneficiaban del proteccionismo arancelario durante el franquismo), fueron unos explotadores sin conciencia alguna de la marea imparable de las independencias africanas, así que cuando la marea llegó a Guinea, los colonos y las autoridades franquistas de la colonia no supieron cómo abordar el proceso de la independencia.
La independencia de Guinea y los horrores que llegaron después muestran que el franquismo fue un régimen nefasto. En efecto, España perdió su influencia en ese país con Franco, a pesar de que la acción de España había convertido a Guinea Ecuatorial, desde mediados del siglo diecinueve, en el lugar de África con mayor nivel de renta y de vida, con educación, sanidad, fomento de los estudios geográficos, culturales, etc.
Mientras Reino Unido o Francia conservaron influencia en sus antiguas colonias, España no pudo hacerlo a causa de que la dictadura franquista no lo consiguió por su naturaleza antidemocrática. Franco respondió a las demandas internacionales y guineanas de descolonización, primero, dividiendo la colonia en dos provincias, y segundo, cuando eso resultó insuficiente, concediendo a los guineanos ¡un gobierno autónomo para Guinea Ecuatorial!
Al final, el gobierno franquista tuvo que negociar la independencia con los representantes guineanos. Fue el año 1968, en Madrid, y mientras los españoles vivían en dictadura, su gobierno estaba discutiendo con representantes de los partidos políticos de Guinea asuntos como la Constitución democrática, el derecho a votar en el referéndum y en las elecciones pluripartidistas posteriores, etc. ¡La colonia tenía derechos que en España costaban la cárcel! Por supuesto, ni las Cortes Españolas, ni los súbditos españoles, se enteraron de esa negociación, pues aparte de la censura de prensa habitual, el Régimen de Franco aplicó la máxima mordaza legal a los acontecimientos guineanos, situación que se mantuvo hasta que la democracia se instauró en España.
Salvo conservando el poder, en todo lo demás el franquismo fue un régimen políticamente torpe, bordeando la estupidez. La independencia de Guinea es el microcosmos de esa estulticia autoritaria: no podía haber debate libre, no había controles, y el gobierno de Franco eran unas familias enfrentadas en sus ministerios respectivos, en este caso, la Presidencia de Carrero Blanco (que atendía a los colonos más ultras) y Asuntos Exteriores del ministro Castiella (que atendía a las demandas internacionales y de la ONU).
Las primeras elecciones en Guinea fueron en septiembre de 1968. Se presentaron cuatro candidatos a la presidencia de la República: Francisco Macías (que era antiespañol a pesar de haber sido vicepresidente del gobierno autónomo), Bonifacio Ondó (el preferido por Carrero Blanco, los colonos y la Iglesia), Atanasio Ndongo (el preferido por Castiella y el más competente) y Edmundo Bossio (el candidato bubi, partidario de la secesión de la Isla, y que había sido procurador en Cortes del franquismo). Macías venció en las dos vueltas electorales. Ni Carrero ni Castiella acudieron a la ceremonia de su toma de posesión, y en su lugar acudió el ministro de Información y Turismo, Fraga Iribarne. Al principio Macías constituyó un gobierno “consociativo”, integrando en él a todos sus rivales (y a sus partidarios: también se eligió el parlamento guineano) en las elecciones. Pero el Gobierno español y los colonos no aceptaron a Macías. España tenía la moneda -la peseta-, el sistema bancario y el presupuesto de la nueva República; e intentó ahogar económicamente a Macías y conspiró en secreto contra él, primero con Ondó, y después con Ndongo. Este último dio un golpe de Estado, el 5 de marzo de 1969, confiado en que España le ayudaría. Pero el Gobierno de Franco ni se movió, acomplejado ante la comunidad internacional. Entonces Macías inició su gobierno tiránico, cuyos horrores son comparables con los de Camboya de esos mismos años. Los líderes de los otros partidos fueron masacrados. En 1979 Macías contaba con cierta ayuda de China y el apoyo de su sobrino, Teodoro Obiang, un militar formado en la Academia Militar de Zaragoza. Ese año Teodoro dio un golpe de Estado contra su tío Francisco. Desde entonces el Estado de Derecho sigue pendiente en Guinea Ecuatorial. Después de la dictadura de Teodoro Obiang, España tendrá la oportunidad, y la obligación histórica, de ayudar a Guinea Ecuatorial a encontrar su destino en libertad.