miércoles, 21 de julio de 2010

Entrevista a Armengol Engonga







“Darle importancia a la pigmentación, y no ir al
fondo de la persona, es quedarse en lo superficial”


Guadalajara. Nueva Alcarria. Mar Gato.


El ingeniero y político de origen ecuatoguineano, Armengol Engonga, lleva 36 años en Guadalajara

Conocido por muchos, al mismo tiempo que querido, el
ingeniero técnico agrícola y político en el exilio de Guinea
Ecuatorial, Armengol Engonga Ondo, lleva ligado
a la vida de Guadalajara la friolera de 36 años.

Más de tres décadas aprovechadas intensamente en las que ha
sabido dar forma a un proyecto profesional ligado con
la que siempre fuera una vocación ancestral a la vez que
familiar, la agricultura; una vida personal enriquecida
mediante su unión a una mujer alcarreña, con la que ha
tenido tres hijos; y una vida política tardía pero siempre
latente que ejerce desde la distancia y con la que espera
tener en breve sus esperados frutos.




A tan sólo un mes de cumplir
los 60 años, Armengol Engonga
Ondo puede decir que lleva más
de media vida formando parte
del pulso de Guadalajara, para
ser más exactos 36 largos años. El
relato de su vida comienza con su
propio nacimiento en el año 1950
en un pueblo de Guinea Ecuatorial
llamado Teguete, al sur de la parte
continental del país, Río Muni.

Será allí donde pase su infancia y
desarrolle parte de sus estudios en
uno de los colegios más emblemáticos
y prestigiosos de Guinea, el
La Salle. Su brillante expediente
académico le hace ser merecedor
de una beca para continuar sus
estudios universitarios en España.

Fue entonces cuando “vine
a parar a La Laguna de Tenerife
con 16 años”, recuerda con una
sonrisa. Allí empezaría a estudiar
la ingeniería de técnico agrícola en
la especialidad de agropecuaria,
aunque finalmente la terminaría
en León por una influencia de la
“manada”, como califica cariñosamente
a su grupo de amigos.

Su vocación por la cuestión agrícola
no sería casual, sino que vendría
dada ya desde sus propios antecedentes
familiares. “Teníamos una
finca de café, en la que teníamos
algo de ganado y había una parte
de cultivos tropicales como el
aguacate, la papaya y el mango.

Era como cualquier hijo de agricultor,
y tenía asumidas las funciones de
semillado del café, la recolección
o el quitar las malas hierbas”.

Cuando finalizó el Bachillerato
en Guinea Ecuatorial, y sopesando
sus dos grandes vocaciones, la de
veterinario, para la que tenía un
miedo atroz a la sangre, y la agricultura,
optó definitivamente por
la segunda, con la que volvería a
reencontrarse años después frente a
frente aceptando un trabajo en los
últimos tres veranos de carrera en
un pueblo de Segovia, donde 700
hectáreas de terreno y 500 cabezas
de ganado curtirían su formación,
a la vez le permitieron afrontar más
desahogado sus últimos años en
cuestiones económicas.

El salto definitivo de León a
Guadalajara lo achaca el propio
Engonga a un hecho curioso que
tiene que ver con las amistades
entabladas tiempo atrás con un
ingeniero agrónomo oriundo de
Chiloeches. “Cuando terminé la
carrera en el 74 fui a verle a Madrid.
Por aquel entonces ocupada
un cargo importante como jefe de
maquinaria y equipamiento de
extensión agraria de la dirección
general del Ministerio de Medio
Ambiente”, explica. Fue entonces
cuando se le abrió la posibilidad de
adquirir práctica en la Escuela de
Capataces de Marchamalo. Desde
entonces ligaría su vida profesional
a Guadalajara, primero como
aprendiz, luego como contratado
laboral, y luego en la jefatura provincial
de plagas de la Delegación
de Agricultura de Guadalajara.

El posterior salto del sector público al
privado le ha llevado a unir su trayectoria
profesional en los últimos
12 años a una empresa de Madrid
que importa material de riego
residencial y para agricultura.

Inseparable a la faceta profesional
siempre ha estado la política,
ésta última despertada en el año
1984 con otro hecho no menos
anecdótico. Fue cuando estaba
en pleno desarrollo profesional,
a la edad de 34 años cuando, por
intermediación del actual eurodiputado
por el PP Luis de Grandes,
conoce a Severo Moto y le hace
partícipe de su proyecto político
en el exilio para Guinea Ecuatorial.

Desde entonces ocupa el cargo de
vicepresidente del Gobierno de
este país en el exilio, puesto de relevancia
que siempre ha sabido compaginar
con su faceta más familiar,
y de la que hace gala narrando
que lleva 30 años casado con una
mujer alcarreña. “Era mi último
año en la Escuela de Capataces de
Marchamalo cuando la conocí.

Tras algo más de un año y medio
de mili y de noviazgo me casé con
ella”. Del fruto de su matrimonio
han nacido tres “hijos hermosos”,
Armengol, María y Andrés, a
los que su mujer y él mismo han
dedicado todos sus esfuerzos para
sacarlos adelante. Precisamente
con ellos Armengol ahondaba aún
más sus raíces en Guadalajara, una
ciudad que lo acogió con los brazos
abiertos en respuesta a su siempre
carácter afable para con sus convecinos,
quienes nunca han mostrado
hacia su persona o su familia
actitudes discriminatorias. “Darle
importancia a la pigmentación, a
la melanina, y no ir al fondo de la
persona, es quedarse en lo superficial”,
indica Engonga, recordando
como anecdótico que fue el único
negro que hizo la mili entre 5.000
personas blancas.

“Solo hay dos tipos de discriminación
palpables, la cultural y la
económica. El que no supera estas
barreras está marginado. Esto es lo
que siempre he transmitido a mis
hijos y nunca han tenido ningún
problema para integrarse”, confiesa
Engonga.

Junto a sus aspiraciones familiares
y profesionales, en un corto
espacio de tiempo espera concluir
con éxito su proyecto político. Será
“el final de mi película”.